Había una vez una abuelita llamada Julia que vivía en su departamento en el octavo piso. Julia preparaba unos postres riquuísimos, pero sufría dolores en las piernas, no podía caminar mucho y estar tanto tiempo parada, por lo cual no podía hacer los mandados, pagar los impuestos y pasear al perro.
Un día a la abuelita se le ocurrió una idea de pedirle ( ayuda) a su vecina del noveno piso que le agarró la mano mientras bajaba el ascensor.
Cuando llegó a la entrada del departamento esperó a cada uno de los vecinos del departamento, conversó con cada uno de ellos y les pidió que le ayudaran a hacer las compras y les pagaría regalándoles un postre riquísimo a cada uno. Los vecinos muy contentos aceptaron la propuesta.
Los vecinos del primer piso le hacían los mandados en la carnicería y el portero le entregaba los diarios todas las mañanas y el vecino del tercer piso le pagaba los impuestos que eran la luz, el teléfono, el gas y el agua y el vecino del quinto piso sacaba a pasear al perro.
Así los vecinos de Julia eran amables y solidarios con ella.
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